martes, 1 de octubre de 2013

AHORITA...

La felicidad se escurre, lángida, por mi cuerpo este martes mágico.
Toda aventura mágica puede empezar un día cualquiera en el que con detalle mires atentamente cómo pasa un haz de luz a través de los árboles. No importa dónde estés, quizá no hay árboles, tal vez la luz se cuela calmada a través de los visillos. Así en las mañanas, levantas la mano y la luz la rodea, el polvo baila y lo ves dibujar formas caprichosas. La magia reside en el siempre, en el siempre del instante.
Hoy tuve la fortuna de ser iniciada en un recorrido ancestral, y desde que amaneció, las formas insinuadas me han buscado para secuestrar mi consciencia y llevarla hasta el vórtice de mi propia existencia.
Se anuncian nuevos amaneceres, y nuevas lunas. Cambios, más cambios... pero el camino sigue siendo un pisar firme desde mis pies de mujer. Me asomo y los miro, veo que mis tobillos estuvieron decorados con pulseras que cantaban mi caminar. ¿Hace cuánto soy libre? Hace apenas un suspiro... Mi cuerpo apenas se reconoce en sus orgasmos, apenas distingo recuerdos en el sabor de mi piel. Mi consciencia llega a abarcar la sangre derramada de Regina, la anterior, esa de todos los pueblos de esta tierra mágica que es México, la anterior... y la anterior de aquélla. Pero también abarca los nuevos caminos, los manantiales que empezarán a brotar, los nuevos prados y planicies, los nuevos huipiles tejidos por manos de mujeres libres, que se atreven a usar nuevos colores.
Las sigo invitando, mujeres de ojos grandes, de corazones generosos, de pasiones valientes, a que sigamos cantando con la voz de nuestra libertad. Sigo invitando a los hombres que se atreven a seguir a una mujer, a dónde sea... a una loca aventura en una alcoba desconocida, a una gruta misteriosa, a... a todos ellos, los sigo invitando.
Les aseguro que se va a poner bueno.
Los árboles hoy tienen nombre de mujer.
Mírenlos, tóquenlos, descúbranlos... las luces del amanecer tienen muchos secretos que revelarnos.

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