El otro día me pasó algo alucinante que quiero compartir.
Aunque ustedes no se lo crean conocí a un puñadito de brujos, y entre brujos y brujas, cantamos y reímos, lloramos y gritamos poniendo tal vez un granito de arena para que este mundo ese día diera completa su vuelta al sol.
Entre brujas andábamos cuando alguien de otro tiempo llegó a contarme una historia fantástica, tanto, que lo más probable es que nadie se la crea. Como yo sí me la creo, entre otras cosas porque estaba allí, yo se las cuento y ustedes deciden. Pero les advierto que si algún día comprenden lo que voy a decirles, se van a llevar un buen susto, o quizá se revuelquen de risa. Nunca se sabe.
Hace mucho tiempo siete hermanas se separaron. Durante mucho más tiempo estas siete hermanas y sus siete linajes fundaron la humanidad dispersadas por el planeta. Hace mucho mucho tiempo, casi todos los humanos olvidaron de donde venían y se acostumbraron a escuchar sólo una frecuencia de la voz de Dios. Cada tribu se volvió ciega y sorda a las otras frecuencias que no captan, y siempre entraban en las mismas dimensiones y conocían a los mismos seres superiores. Tanto los veían que pensaron que eran dioses, los únicos dioses. En realidad esto no es muy complicado y eso tal vez es lo que nos quisieron decir los antepasados cuando contaron la historia de la torre de babel. Cada uno comenzó a hablar un idioma y ya no se comprendieron. Cada una de las tribus efectivamente percibía una parte de la realidad de Dios, pero no se dieron cuenta que sólo era una parte porque ellos no veían, no oían, no olían, no tocaban las otras partes de Dios. Así de simple. Tanto se perdió en ese tiempo.
Pero mientras eso pasaba se enterraron pequeños tesoros para que la humanidad los encontrara cuando fuera tiempo. Esos tesoros eran como diccionarios de traducción. Una especie de artefactos que harían posible comprendernos de nuevo. Algo así como lo que también nos contaron los antepasados con eso de que bajó el espíritu santo y los apóstoles comenzaron a hablar en lenguas.
Y pasó el tiempo y unas tribus se expandieron y conquistaron a otras tribus, y superpusieron sus dioses a los de los otros, y mataron, arrasaron y saquearon. Y los morenos desconfiaron de los blancos, y los blancos de los morenos, de los amarillos, y pardos. Y así hasta hoy.
Pero cuentan, algunos personajes difíciles de ver, que estos artefactos siguen enterrados por ahí, y que ya va siendo hora que se desentierren. A mí me contaron dónde se encuentran algunos, y bueno, desde que me contaron esta historia, —en la que fui al mismo tiempo testigo y parte, porque estas cosas son así como los sueños y menos como las películas—, desde entonces estoy aprendiendo idiomas, pero tiene su gracia no se crean. No existe la misma palabra para un mundo que para otro, porque existen distintas cosas en un mundo y en otro. Y en algunos mundos la gravedad funciona de una manera y en otros al revés. Porque las facetas de Dios, son mundos así de simple. Tan distintos como el desierto o el mar, y a la vez igual de fácil de entender que existan unos u otros.
Les cuento todo esto porque soy mujer, y soy una chismosa. También porque tengo útero y éste es uno de los escondites de los artefactos traductores. También se los cuento porque me gusta intrigar y despertar la curiosidad, porque yo a mi vez soy muy curiosa. Y también porque se acerca el momento en que muchos, muchos, muchos se están despertando y más se despertarán. Y sólo quién tiene oídos para oír escuchará, como también ya nos han dicho.
Por ahora no les cuento más, pero si ustedes también han escuchado esta historia, no duden en compartirla conmigo y con los demás.
ENVISIBLE es un vínculo entre mujeres que nos admiramos desde lugares alejados y remotos • México • Uruguay • Nueva York • España • Bienvenidos al mundo que las mujeres estamos creando, los invitamos a explorar nuestro lenguaje y nuestros sueños. Los invitamos a escuchar la voz de nuestras palabras.
lunes, 24 de septiembre de 2012
lunes, 17 de septiembre de 2012
MENOS MAL
Se desliza la voz de Andrea Echeverri, y desde la mañana —como algún otro lunes—, la semana comienza sembrada de dulzura ¡menos mal!.
Menos mal que encontré a mi menos mal... ¡menos mal!.
En este devenir del tiempo, ya he pisado los terrenos de la pasión arrebatadora y enloquecedora; ya he sufrido el desengaño de la realidad; ya me ha dolido de forma cruel el haber estado colgada de una película que parecía que no iba a acabar nunca; ya se ha desteñido el príncipe y el romanticismo ha retrocedido las suficientes casillas para ya no tenerlo en cuenta. Ya las palabras no me calan si el arrojo de la acción honesta no las acompaña; ya una cara renacentista y un cuerpo de aplauso me producen una lejana admiración. Ya cuelgan en mi rosario suficientes pérdidas para añadirles a cada una, un piadoso y cínico rezo.
Menos mal que apareciste
menos mal me convenciste
menos mal sigues aquí
Es que cuando el otro se convierte en tu páncreas o tu vesícula, en algo profundo, hondo e indispensable, pocas letras le hacen justicia.
A veces escucho las letras de muchas canciones acostumbradas y reconozco que aquello ya fue, y si miro a través del espejo de mi realidad cotidiana, es difícil hacerle justicia a tanto esfuerzo, a tantas ganas, a tanto auxilio de madurez. Son pequeños detalles pero tejen una vida saludable como un melón, una vida sensata como un insecto, una vida normal como la vida misma.
Pero poco se poetiza a lo saludable, a lo sensato, a lo normal. Demasiado poco.
Por ello hoy tiene todo el sentido tu canción Andrea, una de las canciones más ciertas acerca de la certeza de eso que yo llamo amor.
Menos mal nos ofendimos
menos mal nos perdonamos
menos mal nos dimos otra oportunidad
Mi menos mal está lleno de pequeñas grietitas, de sombras y matices. Mi menos mal me saca de quicio lo suficiente para admitirlo. Mi menos mal no está terminado como un cuadro que se puede colgar y entonces decorar. Mi menos mal se hace mayor, le cambia el cuerpo, la mente y el corazón.
Menos mal que construimos
menos mal que decidimos
a seguir hasta el final
Su menos mal —que soy yo—, estoy plagada de insultos a mí misma, llena de historias que no se pueden depilar, de defectos que no se quitan, de pecados sin confesar.
Menos mal nos equivocamos
menos mal nos enmendamos
menos mal volvimos a empezar
¿Cuánto valor se le da al estar? ¿Cuánto al confiar?
No te vayas nunca
lo malo disculpa
no te alejes
no me dejes
Estar es estar, y no tiene vuelta de hoja. Entregarte cada día es igual de valiente que lo es el sol cada amanecer. Confiar siempre es permanecer en la estela de la vida. Creo que algo así será la inmortalidad.
Menos mal que apostamos
Que semillitas sembramos
Que nos hacemos reír
Menos mal nos divertimos
Como niños sorprendidos
Menos mal sentimos
juntos ganas de vivir
Menos mal tener con alguien, juntos, ganas de vivir... ¡uf! Menos mal.
Menos mal nos conectamos
Menos mal nos impregnamos
Menos mal nos penetramos
Sí, yo no sé nada del amor, creo que nadie lo sabe; pero pienso que debe ser algo parecido a esto, algo así de vivo, de diario, de constante, de inmortal.
Menos mal, que después de vivirlo todo, existe el menos mal.
No te vayas nunca
lo malo disculpa
no te alejes
no me dejes
(La letra sin interrupciones en Lo Maravilloso, como debe ser)
lunes, 10 de septiembre de 2012
ESTÁ BUENO
Está bueno escuchar y que no te oigan
gritar y que alguien esté atento
susurrar y conmover.
Está bueno mirar y que te fulminen
tener un ojo y enterarte de algo
estar ciego y deslumbrarte
ver y apreciar.
Está bueno oír y pasar de largo
bostezar y callar al mundo
prestar atención y sólo percibir el zumbido
el silencio sin voz.
Está bueno tocar y ser rechazado
rozar y recibir un quejido
acariciar y estremecer.
Está bueno gustar y ser ignorado
saborear y no saciarte
paladear y sorprenderte.
Está bueno oler y pasar desapercibido
dejar rastro pero no huella
perseguir un olor.
Hoy está bueno, lo bueno y lo menos bueno.
Hay días así de conformes, en los que no te da ni frío ni calor. Está bueno hacer las paces con las esquinas y con las malas noticias. Está bueno no saberte importante. Está bueno sentir que nada es tan grave y que lo peor ya pasó. Está buena la divina indiferencia de saber que todo es bueno. Hay días indiferentes que nos conducen a una complacencia sumblime. Esa en la que todo, todo, está bueno.
gritar y que alguien esté atento
susurrar y conmover.
Está bueno mirar y que te fulminen
tener un ojo y enterarte de algo
estar ciego y deslumbrarte
ver y apreciar.
Está bueno oír y pasar de largo
bostezar y callar al mundo
prestar atención y sólo percibir el zumbido
el silencio sin voz.
Está bueno tocar y ser rechazado
rozar y recibir un quejido
acariciar y estremecer.
Está bueno gustar y ser ignorado
saborear y no saciarte
paladear y sorprenderte.
Está bueno oler y pasar desapercibido
dejar rastro pero no huella
perseguir un olor.
Hoy está bueno, lo bueno y lo menos bueno.
Hay días así de conformes, en los que no te da ni frío ni calor. Está bueno hacer las paces con las esquinas y con las malas noticias. Está bueno no saberte importante. Está bueno sentir que nada es tan grave y que lo peor ya pasó. Está buena la divina indiferencia de saber que todo es bueno. Hay días indiferentes que nos conducen a una complacencia sumblime. Esa en la que todo, todo, está bueno.
jueves, 6 de septiembre de 2012
EL REY, SU AMANTE Y EL CHARQUITO
Obra en tres actos con narrador escueto y descortés.
por Aleka Rivero
Narrador: Habla el rebuscado pensamiento
de él en un diálogo consigo mismo.
La sombra se
escapó, esto era algo sumamente peligroso pues no sabía de lo que sería capaz,
probablemente de todo o de cualquier cosa, pero esto último era más que
suficiente. La buscó primero en su memoria. La memoria es el clásico lugar en
donde se esconden aquellas partes a las que tememos como en un armario profundo
empotrado en el recóndito desván de nuestra herencia. La memoria peca de no
tener privacidad ni derechos de autor pues más bien le pertenece a todo aquél
que un día decidió compartirnos algo que, por nimio que fuera, se quedó
guardado como uno de esos souvenirs tan absurdos y corrientes como pegadizos.
A tientas se
asomó a ella y la memoria lo recibió con losas de prejuicios, tantos que lo
dilapidó bajo su peso. No sólo era su historia la que le hablaba sino la de
todos, la de siempre, la de esas ellas
heridas y esos ellos arrepentidos.
Cerró la puerta de golpe, se fue. Corrió y mientras se alejaba, más aprisa que
el tiempo, su pecho volvía a inflarse, el aire regresaba a circular con
normalidad por sus pulmones. Suavemente frenó su huída ¿qué era eso que ya no
estaba? Ya no lo recordaba. ¡Ah! sí, era su sombra. Ya no estaba. Aliviado se
miró en el espejo de sí mismo y le gustó lo que veía. Una imagen retocada de él
en la que relucía como figurita de Lladró. Algo artificial –pensó– pero
preferible a lo que había antes.
¿Por qué era que
se había preocupado de que su sombra hubiera escapado? No lo recordaba, así era
la memoria, una caprichosa y poderosa dama. Ahora todo estaba bien, la sombra
se había ido, tal vez para siempre. Para siempre, para siempre, para siempre…
Uno, dos, tres
días, hasta treinta y tres o veintiocho, no importaba, este fue el tiempo que
le tomó echarla de menos. Había estado bien sin ella, más delgado y como
figurín de sastrería, encontraba que no sólo por fuera se notaba tanto orden y
responsabilidad, la disciplina se manifestaba también en sus discursos locuaces
y acertados, estaba hecho un súper héroe, un modelo.
Esto es,
definitivamente. Este soy el que soy: una versión procesada y perfeccionada de
mí mismo. ¿Por qué te extraño?
Pienso, pienso
tanto que me enredo, necesito hablar sin parar y generar argumentos, sólo así
puedo llamarte. Mezcales, tertulias y razonamientos me conducen a la
entrepierna de una señorita que huele a algo que no logro identificar. Ya estás
de vuelta. Vuelvo –por lo tanto– a empezar.
Sombra, es que…
verás, necesito necesitarte pero sólo cuando es preciso, no te aparezcas así
como así y me enredes de una forma tan seductora. Todo esto se lo decía a una
vil y corriente cuba, hasta que ésta le devolvió un escupitajo. La imagen era
la versión deformada de sí mismo. ¿Hasta dónde será él?.
Las campanas
comenzaron a replicar y la puerta del confesionario se cerró con un golpe
sordo, hueco. Tan vacío que le recordó su ayuno. Me puedo controlar. Pero no
pudo.
Un mar se escapó
de sus lagrimales y una vez más las voces de la memoria, esa que no era de
nadie pero que al mismo tiempo era de todo el mundo, gritaron hasta dejarlo
sordo. Miró su reflejo y no se encontró. Se quería parecer a alguien y no
recordaba a quién.
Pintó, y eso que
no sabía, pero pintó. Adornó la imagen hasta borrar esa sensación de hondura y
de hueco vacío. Ya no sabía a dónde más caminar, ¿por dónde era?.
Y así, a
tientas, se acercó a la tristeza y a la traición. Tenían cara, una cara
conocida de ojos grandes y asustados, con pelos largos y ensortijados por culpa
del enojo.
Narrador: Así fue esta historia, y así
pasaron los días, éstos se convirtieron en meses y años y poco a poco él pensó que
esa vieja historia era la suya.
Narrador: Habla la sombra, la malcriada y
voraz sombra.
Si existo será
por algo ¿no?. La pobre estaba un poco en plan retador, hay que entenderla pues
el estira y afloja al que lo añadido la había sometido tantos años había
llegado a hartarla. Ella no se conocía a sí misma, siempre encerrada en lo más
profundo de un calcetín o en el fondo de la cama deshecha, recluida en el montón
de ropa sucia o enredada en los platos usados y dejados con descuido por ahí
por la cocina. Era como una mujer que, de tanto limitarla y someterla, había
perdido no sólo su identidad sino también su sinceridad.
Ella sólo sabía
una cosa y ésta era que era él. Poco sabía, sumida en la ignorancia de ser
ignorada, pero si algo no dudaba es que habían nacido juntos, la mejor versión
de sí mismo y ella, quiero decir. Sin embargo ese mal sabor de boca que con
todas las cepilladas del mundo no se iba, ése sí que no formaba parte de ellos,
pero él no lo veía ¿Qué quién es él? Pues el narciso joder, el narciso.
Ella lo tenía
muy claro, le gustaba la mala vida, esa que hoy ya no está de moda. Era una
bandida, una ladrona, una guarra, una mujeriega y una egoísta, sí ¿y qué?.
¡Déjame salir y
verás de lo que te estás perdiendo! le retaba en las madrugadas. Pero sólo se
lo decía borracha, la sociedad primer mundista y puritana tiene esas cosas
culpígenas que huelen a meados y a chocho en antro barato. Como niña malcriada
la sombra gritaba y gritaba, hacía berrinche y se vengaba.
Narrador: Dos nunca serán uno sino dos.
Narrador: Habla eso.
Hay algo más.
Pasas el dolor, te quitas de encima la castrante culpa, te sacudes los
prejuicios, tiras por el caño, sobre todo, la historia de tus padres y entonces
puedes escucharme. Eso.
Trata, venga
anímate y trata de ser malo, malo, malo, malo… pero malo ¿eh? no esas
chingaderas de los Godinez, no, realmente malo.
Cuando dejes que
esto pase, entonces me escucharás.
Soy aquello que
entra cuando cierras la cortina.
Soy esa pausa
entre los suspiros.
Soy esa célula
que espera, desde siempre.
Soy esa gotita
de ella que se quedó insípida colgada en tu labio.
Soy esas ganas
que ni siquiera reconoces, pero que están cada día.
Soy aquello que
te hizo voltear ahorita.
Soy la sombra en
la que transcurren tus sueños.
Soy eso que te
está esperando y que te aguarda debajo de las uñas.
Cuando dejes de
hacerle caso al ruido, tal vez me oigas.
Cuando dejes de
mirarte, tal vez me veas.
Soy el que guía
tu pluma, claro, pero todo eso ya lo sabes, y yo soy eso que no sabes.
El espacio entre
las partículas subatómicas es infinito y dentro de ellas hay nada. La materia
es sólo la apariencia de materia, tan sólida como el acero sí, pero esto se
debe únicamente al movimiento, van tan rápido que no se pueden atravesar.
Soy eso que te
puede hacer ir lento para sacar la pelusilla que se ha quedado en tu ADN.
Cuando te dejes
de relacionar contigo mismo podrás relacionarte con los demás.
La película
nunca se ha tratado de ti aunque seas protagonista. Soy eso que sabes que es
pero que no tienes ni puta idea.
Narrador: El tres es todo lo que existe.
Pero sólo hay uno.
lunes, 3 de septiembre de 2012
HOY
• HOY PARA TI, PORQUE TE QUIERO •
Quiero escribirte a ti que cuentas tus historias escapadas. A ti que disfrazas de cuento, tu dolor.
Quiero escribirte a ti que moras en la sombra, porque olvidaste dar gracias. A ti que de tanto esconderte ya no encuentras la salida. A ti que te corroe el pánico y la desesperación.
Quiero escribirte a ti, pequeñito gran ser con alas, de otra dimensión, que hoy te despiertas sorprendida con ojos de susto. Quiero contarte al oído que todo va a estar bien, quiero cantarte una canción. Quiero darte la mano para que sientas que todo lo malo sólo existe aquí, pero que no es verdad. Quiero que no te lo creas.
Quiero escribirte a ti, ese de ayer, de hoy y de mañana. A ti que me amaste, me amas y me amarás. A ti que eres al fin valiente sin ser arrojado, que no te escondes de tu sentir.
Quiero escribirte a ti, mi hoy, mi presente. A ti que me apoyas a veces con un solo pie. Que me tomas la mano demasiado despacio y que me sigues, pestañeando varias veces, pero me sigues.
Quiero escribirte a ti, ayer. A ti que cantas y tocas melodías, llenas de nostalgia y de ilusión. A ti, el de las coincidencias y magias, que sabe soñar.
Quiero escribirte a ti, mujer, amiga. A ti que compartes tu caminar conmigo desde hace tanto. A ti quiero escribirte en el seguimos estando.
Quiero escribirte a ti, el niño de los ojos de venado. Que me ama, al que asusto, que me ama, que me ama. A ti, que me enseñaste el verdadero amor.
Quiero escribirte a ti, pequeño duende salido de una fantasía con nombre de flor. A ti que me haces mejor, que siempre me sacas una sonrisa.
Quiero escribirte a ti, niña que no eres de mi sangre, pero que siempre has sido mi hermana. A ti que te duelo, a ti que te subestimas, que moras en el miedo por no atreverte a ver la luz, esa sencilla luz que entra siempre por la ventana.
Quiero que mis palabras traspasen la tela de su piel. Que se cuelen por la resbaladilla del tímpano. Quiero que mi amor hoy los sorprenda, cuando en una esquina agachados, un segundo, se encuentren en la paradoja de lo perdido. Quiero hacerles saber que mi vida tiene todo el sentido porque existen. Quiero que intuyan lo grande que ha sido para mí compartir los pasos con sus zapatillas. Quiero que entiendan lo bueno, lo maravilloso, de su presencia. Quiero que nunca duden –aunque parezca imposible–, que son un suspiro de estrellas. Quiero tanto para ustedes, que las palabras no están inventadas.
Quiero, simplemente, desearles el mejor de los días. Y agradecer su existencia.
• DÍA GRUYERE •
Hay días que tienen más agujeros que un queso gruyere y todo, todo se te escapa. Huelen a pie poco higiénico y se derriten haciendo del mismo un desastre pegajoso.
¡Ay! los afectos, que afectan, infectados de afectos.
Qué esclavo es el ser afectado por tantos afectos que le reclaman indecentes e irrespetuosos. Uno trata de cuidar a sus afectivos seres afectados por los afectos que uno les genera. Pero como en el queso de agujeros todo se va escapando.
Y se me escapa el afecto y la confianza, se me escapa cuando me reclamas tantos reclamos de ser y estar como soy y estoy.
Estamos aquí bípedamente aspirando a ser la mejor versión de nosotros mismos y, demasiadas veces, se nos reclama tratar de alcanzar nuestro propio reflejo.
Los días pastosos de quesos con hoyos, me recuerdan la soledad.
La soledad de la tristeza, la soledad del miedo, la soledad del amor, la soledad de la pérdida, la soledad del enamoramiento y la profunda soledad de la honestidad.
El día que des el primer paso caminando con tus propios zapatos, miles de lamentos se alzarán con voz protectora para retenerte junto a ellos, como a las mujeres chinas obligadas a usar zapatos diminutos que atrofian los pies y así no salir corriendo tras su libertad.
El amor se utiliza, también demasiadas veces, como la justificación del asesinato, de la eutanasia y del suicidio. Y uno, sumido en la peste del día gruyere, siente que si de eso va el amor mejor apaga y vámonos.
Los días gruyere simplemente no tienen consuelo.
• LUNES •
Van a dar las 9:00 am y el lunes se presenta a sí mismo como una neblulosa dístante pero igualmente íntima. Los lunes tienen el efecto de contrarrestar los fines de semana, los lunes contrarrestan los fines, los finales.
Ayer mi hijo me preguntaba por el sentido de la vida, mientras grandes lagrimones surcaban sus mejillas. Me decía inconsolable, que él creía que no existía nada después de la muerte y que no entendía entonces para qué estamos aquí. Me decía que si pensaba en la reencarnación, eso de pasar de vida en vida le apetecía muy poco, y que el tiempo se le está pasando muy rápido y que no, no sabe para qué nació.
A los once años los domingos pueden ser días muy crueles. A los 11 este mundo difícil y esta vida compleja pueden, sin duda alguna, ser conceptos devastadores.
A los 39 años quizá notes que te comienzan a crecer pequeñas raíces que firmemente te atan a algo tan sólido como la tierra, mientras sientes que la vida se te escurre por las manos. Puedes mirar al espejo pardo que es tu hijo, y sonreír por la tristeza infinita que su desasosiego te produce. Quieres inocularle todo tu conocimiento, pero te rehúsas a arrancarle poco a poco las alas como si fueran los pétalos de una flor. Los brazos de la compasión te envuelven y se alargan para abrazar a tu hijo también. No puedo transmitirte mi amor por la vida – le dices –. Tal vez la vida te escoja de amante, como lo ha hecho conmigo, pero eso algo que yo no puedo asegurarte.
Los lunes se derraman como agua. La nebulosa poco a poco va posando su rocío sobre mi conciencia. En este despertar tengo que levantarme y creer, mirar a mi amante y apostar de nuevo por ella. Y al mirarme al espejo, cada mañana de lunes, debo recordarme con rigor que más me vale no pensar en ciertas cosas y así poder sobrellevar la semana, el día, el mes y el año. Para así poder sobrellevarla a ella, mi cruel amante, la vida.
• 1 7 a g o s t o 2 0 1 2 •
Hoy hace 24 años te fuiste y no nos contaste adónde. Desde entonces te buscamos varios, unos en el horror, otros en la esperanza, otros en el amor.... el desconsuelo infinito de tu pronta partida, sí pronta, me atrevo a afirmarlo.
El vacío de tu presencia aún constriñe mis entrañas, cuando a ratos me asomo al recuerdo de aquél tiempo en el que todo se perdió. Yo también me perdí, buscándote, llamándote... mucho, mucho tiempo.
La muerte entró descarada, sin permiso, al recibidor de nuestra vida. Nosotros la miramos como idiotas sin comprender nada, absolutamente nada. Con mirada bovina creo que permanecimos más de un siglo, si es que el tiempo se cuenta. A partir de entonces, aquéllos, que éramos inseparables, desgarrados por la despedida, nos amamos con ansiedad para así no perdernos. Éramos increíblemente jóvenes, pero en el corazón ya unos viejos.
Con uñas y dientes nos aferramos a tu recuerdo y confundimos muchos amores con tu rostro, haciendo el luto, si cabe, más eterno.
Manolo ha muerto.
- - -
Íñigo ha llamado.
Una pequeña coincidencia del tiempo, la simultaneidad de los procesos, yo pensando en ti, tú pensando en mí, al mismo tiempo. Desde coordenadas dispares dentro de esta esfera que llamamos casa, con la lejanía infinita que siempre he sentido que nos separa, y sin embargo la misma idea en nuestro pensamiento, yo te recuerdo, tú me recuerdas, al mismo, mismo tiempo.
Cuando el amor ha tejido redes tan estrechas, de telas de araña que a veces confunden por su transparencia; cuando el tiempo ha mezclado con el amor sus hilos, cuando el dolor se ha colado entre las fibras, cuando la desesperación se ha entretejido... cuando todo aquello se mezcla, se convierte en cuerda, y la red que nos une – me atrevo a decir– que ni la muerte – eso que hoy te va y que pondrás de moda–, ni siquiera ella será capaz de alejarnos ni un sólo momento.
Ya ves, 24 años después seguimos con Manolo en la portada de nuestros periódicos personales. Ahí te va mi querido Íñigo un te quiero, y ahí un recuerdo plagado de sonrisas y de amor a nuestro inseparable grupo de viejos increíblemente jóvenes que fuimos un tiempo: Jaime, Quique, Faina, Guzmán, Clara, Diego, Agustín, Fer, Yago, Vasco...
Ahí se queda mi recuerdo hoy, en la Moraleja, en sus calles, en su olor.
Gracias Íñigo por traer hoy a este corazón tanto recuerdo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)