Obra en tres actos con narrador escueto y descortés.
por Aleka Rivero
Narrador: Habla el rebuscado pensamiento
de él en un diálogo consigo mismo.
La sombra se
escapó, esto era algo sumamente peligroso pues no sabía de lo que sería capaz,
probablemente de todo o de cualquier cosa, pero esto último era más que
suficiente. La buscó primero en su memoria. La memoria es el clásico lugar en
donde se esconden aquellas partes a las que tememos como en un armario profundo
empotrado en el recóndito desván de nuestra herencia. La memoria peca de no
tener privacidad ni derechos de autor pues más bien le pertenece a todo aquél
que un día decidió compartirnos algo que, por nimio que fuera, se quedó
guardado como uno de esos souvenirs tan absurdos y corrientes como pegadizos.
A tientas se
asomó a ella y la memoria lo recibió con losas de prejuicios, tantos que lo
dilapidó bajo su peso. No sólo era su historia la que le hablaba sino la de
todos, la de siempre, la de esas ellas
heridas y esos ellos arrepentidos.
Cerró la puerta de golpe, se fue. Corrió y mientras se alejaba, más aprisa que
el tiempo, su pecho volvía a inflarse, el aire regresaba a circular con
normalidad por sus pulmones. Suavemente frenó su huída ¿qué era eso que ya no
estaba? Ya no lo recordaba. ¡Ah! sí, era su sombra. Ya no estaba. Aliviado se
miró en el espejo de sí mismo y le gustó lo que veía. Una imagen retocada de él
en la que relucía como figurita de Lladró. Algo artificial –pensó– pero
preferible a lo que había antes.
¿Por qué era que
se había preocupado de que su sombra hubiera escapado? No lo recordaba, así era
la memoria, una caprichosa y poderosa dama. Ahora todo estaba bien, la sombra
se había ido, tal vez para siempre. Para siempre, para siempre, para siempre…
Uno, dos, tres
días, hasta treinta y tres o veintiocho, no importaba, este fue el tiempo que
le tomó echarla de menos. Había estado bien sin ella, más delgado y como
figurín de sastrería, encontraba que no sólo por fuera se notaba tanto orden y
responsabilidad, la disciplina se manifestaba también en sus discursos locuaces
y acertados, estaba hecho un súper héroe, un modelo.
Esto es,
definitivamente. Este soy el que soy: una versión procesada y perfeccionada de
mí mismo. ¿Por qué te extraño?
Pienso, pienso
tanto que me enredo, necesito hablar sin parar y generar argumentos, sólo así
puedo llamarte. Mezcales, tertulias y razonamientos me conducen a la
entrepierna de una señorita que huele a algo que no logro identificar. Ya estás
de vuelta. Vuelvo –por lo tanto– a empezar.
Sombra, es que…
verás, necesito necesitarte pero sólo cuando es preciso, no te aparezcas así
como así y me enredes de una forma tan seductora. Todo esto se lo decía a una
vil y corriente cuba, hasta que ésta le devolvió un escupitajo. La imagen era
la versión deformada de sí mismo. ¿Hasta dónde será él?.
Las campanas
comenzaron a replicar y la puerta del confesionario se cerró con un golpe
sordo, hueco. Tan vacío que le recordó su ayuno. Me puedo controlar. Pero no
pudo.
Un mar se escapó
de sus lagrimales y una vez más las voces de la memoria, esa que no era de
nadie pero que al mismo tiempo era de todo el mundo, gritaron hasta dejarlo
sordo. Miró su reflejo y no se encontró. Se quería parecer a alguien y no
recordaba a quién.
Pintó, y eso que
no sabía, pero pintó. Adornó la imagen hasta borrar esa sensación de hondura y
de hueco vacío. Ya no sabía a dónde más caminar, ¿por dónde era?.
Y así, a
tientas, se acercó a la tristeza y a la traición. Tenían cara, una cara
conocida de ojos grandes y asustados, con pelos largos y ensortijados por culpa
del enojo.
Narrador: Así fue esta historia, y así
pasaron los días, éstos se convirtieron en meses y años y poco a poco él pensó que
esa vieja historia era la suya.
Narrador: Habla la sombra, la malcriada y
voraz sombra.
Si existo será
por algo ¿no?. La pobre estaba un poco en plan retador, hay que entenderla pues
el estira y afloja al que lo añadido la había sometido tantos años había
llegado a hartarla. Ella no se conocía a sí misma, siempre encerrada en lo más
profundo de un calcetín o en el fondo de la cama deshecha, recluida en el montón
de ropa sucia o enredada en los platos usados y dejados con descuido por ahí
por la cocina. Era como una mujer que, de tanto limitarla y someterla, había
perdido no sólo su identidad sino también su sinceridad.
Ella sólo sabía
una cosa y ésta era que era él. Poco sabía, sumida en la ignorancia de ser
ignorada, pero si algo no dudaba es que habían nacido juntos, la mejor versión
de sí mismo y ella, quiero decir. Sin embargo ese mal sabor de boca que con
todas las cepilladas del mundo no se iba, ése sí que no formaba parte de ellos,
pero él no lo veía ¿Qué quién es él? Pues el narciso joder, el narciso.
Ella lo tenía
muy claro, le gustaba la mala vida, esa que hoy ya no está de moda. Era una
bandida, una ladrona, una guarra, una mujeriega y una egoísta, sí ¿y qué?.
¡Déjame salir y
verás de lo que te estás perdiendo! le retaba en las madrugadas. Pero sólo se
lo decía borracha, la sociedad primer mundista y puritana tiene esas cosas
culpígenas que huelen a meados y a chocho en antro barato. Como niña malcriada
la sombra gritaba y gritaba, hacía berrinche y se vengaba.
Narrador: Dos nunca serán uno sino dos.
Narrador: Habla eso.
Hay algo más.
Pasas el dolor, te quitas de encima la castrante culpa, te sacudes los
prejuicios, tiras por el caño, sobre todo, la historia de tus padres y entonces
puedes escucharme. Eso.
Trata, venga
anímate y trata de ser malo, malo, malo, malo… pero malo ¿eh? no esas
chingaderas de los Godinez, no, realmente malo.
Cuando dejes que
esto pase, entonces me escucharás.
Soy aquello que
entra cuando cierras la cortina.
Soy esa pausa
entre los suspiros.
Soy esa célula
que espera, desde siempre.
Soy esa gotita
de ella que se quedó insípida colgada en tu labio.
Soy esas ganas
que ni siquiera reconoces, pero que están cada día.
Soy aquello que
te hizo voltear ahorita.
Soy la sombra en
la que transcurren tus sueños.
Soy eso que te
está esperando y que te aguarda debajo de las uñas.
Cuando dejes de
hacerle caso al ruido, tal vez me oigas.
Cuando dejes de
mirarte, tal vez me veas.
Soy el que guía
tu pluma, claro, pero todo eso ya lo sabes, y yo soy eso que no sabes.
El espacio entre
las partículas subatómicas es infinito y dentro de ellas hay nada. La materia
es sólo la apariencia de materia, tan sólida como el acero sí, pero esto se
debe únicamente al movimiento, van tan rápido que no se pueden atravesar.
Soy eso que te
puede hacer ir lento para sacar la pelusilla que se ha quedado en tu ADN.
Cuando te dejes
de relacionar contigo mismo podrás relacionarte con los demás.
La película
nunca se ha tratado de ti aunque seas protagonista. Soy eso que sabes que es
pero que no tienes ni puta idea.
Narrador: El tres es todo lo que existe.
Pero sólo hay uno.
Sos un genio mi vida!!!!
ResponderEliminarMe encantó jajajajjaa y me morí de risa también!!!! loviuuuuuuuuu
Estoy F A S C I N A D A con encontrarlas,gracias a mi siempre querida Ana B. Cuéntenme entre las fans irredentas. Gracias por la frescura,la craetividad y los conceptos compartidos a full.Raquel Arismendi.Isla de Margarita.Venezuela
ResponderEliminarGracias a ti Raquel!! Estamos juntas en el camino --- tomadas de la mano de nuestras voces creativas! Un beso hasta allá!
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