lunes, 11 de febrero de 2013

ADIÓS A LO PROSAICO


Las sinuosidades del Dragón nos han despojado de lo Prosaico, así que con la entrada de la Serpiente, esa piel nos abandona para dejar paso a una nueva andadura, esta vez de historias que nos inspiran y por ende nos enseñan a VOLAR, como ella: la Serpiente.

Despedimos este espacio que tuvo su sentido, y se los dejamos como entrada para recalar en ella cuando se necesite y despertar al sentido de la propia sombra.

Nos vemos en la nueva página que muy pronto ocupará el vacío que lo PROSAICO nos ha dejado en el alma.

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Aplasta la sensación de arrepentimiento, aplasta. 
Aplasta tanto como yo aplasto al otro antes de que le tenga que pedir perdón.
Y desahogarme, para mí, es entregarme al llanto para no ahogarme con la imagen de mí misma que me cuesta digerir.
Cuando hace poco gritaba por mi libertad, por que sentía que otro quería cortarme los pies y las alas para impedirme, no veía que yo traigo una tijeras afiladas escondidas bajo mi manto de ayuda.
Cómo duele verse en un espejo de esos enteros, de pies a cabeza. Y lo que es peor, que duela verse así de completa. Por que la verdad, así plana como una oblea, es que busco algo que no existe, ni en mí ni en nadie. Algo sin tacha y sin rincones, algo tan insípido como un ser sin corazón.

A Pinocho le faltaba el corazón.

Soy un títere de madera cuando quiero parecerme a la única foto en la que salgo bien.
Me crece la nariz tratando de converncer y convencerme que lo hago porque te amo. Sí, te corté un cachito de dedo, es que te amo, y se te veía mal. Ya verás, aunque te duela, que estarás mejor sin él. Te lo digo yo, que te amo y sé lo que te viene bien.

Pinocho tuvo que ganarse el derecho a tener un corazón. Y Gurdieff dice que nacemos sin alma y que tenemos que ganárnosla. Tal vez tenga razón.

Venirnos a amarnos con todo y nuestras costras, con todo y nuestras miserias, con todo y nuestras arrogancias. Cuando logre cruzar el umbral quizá gane el derecho de gozar este corazón que llevo en mi pecho, esta alma que aspira a Dios. Cuando cruce el umbral de la queja, de la crítica, de querer cambiarlo todo, de querer hacerlos a todos a mi gusto, de querer hacerme esa que aspiro a ser. Cuando cruce el umbral y vea que la vida es perfecta como es, que nadie me necesita como yo quiero que me necesiten, que soy la que debo ser, que no hay error. Cuando cruce el umbral y viva sin error, sin ver el error, sin sufrir el error, cuando lo haga mi corazón será el mismo que el tuyo y latirá en un mismo son, con el canto de la tierra y el de los pájaros. Cuando así sea nunca volveremos a ser dos, nada estará afuera y todo se volverá mi alma. Cuando deje de ver a Dios afuera, en un templo, en un maestro, en una flor, y lo encuentre adentro siempre, y afuera y en todo, y en siempre... y en siempre. Cuando todo esto haga tal vez sepa lo que significa la palabra amor.

Lo prosaico de querer cambiarlo todo, a todos, a mí misma incluso.



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Hace más de 400 años Giordano Bruno "escribió y conferenció acerca de la pluralidad de mundos, la infinitud del espacio, el movimiento de la Tierra, y los átomos. En cada uno de los temas estaba en lo cierto pero irritó a los conservadores del momento..."* El señor Bruno, para desgracia humana, fue quemado en la hoguera en 1600, 32 años antes que Galileo publicase su Diálogo de los mayores sistemas y que tuviese que renunciar a sus conceptos geocentristas.

Hace 600 años, una mujer escribía la fantástica obra: La Ciudad de las Damas (1405), y vivía de su oficio como escritora. Probablemente fue la primera occidental que lo hizo y la humanidad tardó 500 años en repetir la hazaña y permitir que una mujer (sin hacerse pasar por hombre) viviera de su pluma. Su nombre era Cristina de Pizán.

En el año 1500 a. J.C.  un anónimo personaje, de origen cananeo, "introdujo la noción de que debían usarse exclusivamente los símbolos de los sonidos y que las palabras debían formarse con ellos.
Los dos primeros símbolos fueron aleph beth"*. Así surgió el alfabeto.

Hace 2 000 000 a J.C. "Los homínidos (nuestros antepasados directos) se hicieron cazadores y exterminaron a los australopitecinos, sus competidores"*. Desde entonces sólo quedamos nosotros, los bípedos homo e "inteligentes".

Conviven, en el tiempo, seres geniales, personajes de colores, místicos, amantes de la vida, artistas.... con fuerzas inequívocamente malignas — léase anti vida—.

Uno va al desierto de Wirikuta y aún se conecta con esa fuerza de la Tierra, de las plantas, del Cielo, con lo Sagrado. Ese desierto estará en poco tiempo gobernado por Peña Nieto (y así nuestro país) y saqueado por el capitalismo (ése que somos TODOS).
Nuestra Tierra merece el respeto que hoy no se le da; la vida merece una consciencia que pocos se atreven a desarrollar; el amor merece un espacio puro en el que morar: nosotros.
Sólo somos responsables de nuestra propia existencia, que es la de

... t  o  d  o...  

No tomar la opción de una vida consciente, artística, de belleza, de amor  –a estas alturas–, es degradarnos a ser seres prosaicos, invasores, abortos de una Creación, malignos.
Todos tenemos nuestra sombra: dejémosla salir a bailar y cantar, a gritar y aullar, antes que esconderla como Dorian Grey y que acabe con nosotros y con nuestros vecinos como en el caso de Mr. Hyde.

Lo prosaico parece ser exclusivo de la especie humana, homo sapiens sapiens.



Historia y Cronología de la Ciencia y los descubrimientos. Isaac Asimov.



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Lo prosaico de dejar morir en vida a un ser que amas y que te pida, además, que seas su cómplice:


A UNA VIEJA AMIGA, HERMANA DEL ALMA

Subí por el profundo agujero de tu memoria/ y abrí tu puerta sin tocar/ sólo para incordiarte.
Estabas tendida/como una manta/ tan cómoda/ que te confundí con el sillón.
Olvidaste mirarme/ como últimamente olvidas todas las cosas.
Contemplé/ cómo salían pequeños gusanos blancos/ de tu garganta.
Con tu mano huesuda/ de dedos transparentes/ te quitaste uno que te cosquilleaba/ y lo tiraste/ así como si nada.
Decidí meterme de nuevo/ en el agujero de tu memoria/ pues querida amiga
prefiero el olvido/ a verte morir despacio/ desquiciantemente abandonada.

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MONJAS CALLEJERAS

El otro día pedían limosna –vendiendo galletitas– unas monjitas, de las de siempre, en un semáforo de la capital. Picada por la curiosidad le pregunté a una de esas ratoncitas tímidas, por qué hacían eso. "Es que necesitamos dinero para mantener nuestra comunidad" "¿Y su Iglesia, no se los da?" le pregunté sorprendida y divertida. "No nos alcanza porque ayudamos a los niños de la calle".

Lo prosaico de verte en la calle pidiendo limosna para ayudar a los niños de la calle que piden limosna, mientras los obesos cardenales meten la mano, enjoyada, en las braguitas de sus púberes amantes; atascándose golosos en sus infinitos festines de poder.

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