Últimamente el concepto y sentimiento que llamamos amor, me
hace ruido. Tanto como lo haría un molesto taladro en la pared de mi cabecera.
O como un jodido mosquito rondándome la oreja mientras duermo.
No sé si soy yo o la edad, o alguien más comparte la incómoda
sensación que me embarga cuando algún sentimiento nuevo ronda mi corazón, y mi
perturbada y domesticada mente lo quiere bautizar como amor.
Me incomoda —mucho— que todos parecemos estar de acuerdo con
lo que significa esta palabra, y el sentido que le damos es el del pobre y
mísero amor romántico.
Sí porque en esta vida, durante la Historia, se han ido
definiendo distintos niveles o tipos de amor.
Está el fraternal, maternal y familiar. Sin duda uno de los
amores más loados, identificados, alabados y cuidados. Uno de los amores más
fuertes, para bien o para mal, según se viva y también según sea el vínculo que
se forme a su través. Hartos estamos todos de sentir y ver las consecuencias de
ser hijos forever por ejemplo. Y así
mismo, nos conmovemos con las grandes y entrañables historias de aquellos
padres y madres que fueron un ejemplo a seguir, que nos dieron la vida y todo
aquello que tenían, y muchas veces aquello de lo que incluso carecían.
Sí, ahí está un tipo de amor.
Pero además de ése, está el inigualable y leal amor a los
amigos, a la patria, a las mascotas, a los ideales. Más raro es encontrar
ejemplos de verdadero amor devocional, ese que se nutre de la fe y que mueve
montañas, pero también ahí está en la Madre Teresa, en el Dalai Lama. Grandes
amores nos han enseñado Nelson Mandela, o Gandhi, Jesucristo y Buda. Amores
todos en distintas dimensiones.
Pero todos estos amores adolecen de la fuerza de la
atracción sexual. Todos.
Así cuando de repente un día despiertas apendejada o
apendejado, pues igual que un eclipse la luz se ha ido y ha llegado la sombra
de la ceguera que llamamos enamoramiento, significa que la Magia te está
tocando a la puerta, pues por más que queramos forzarla, la atracción sexual
enamorada, no se escoge… nos la regalan. Y cuando así pasa, por lo general, en
lugar de vivirlo de forma más o menos serena, nos da por hacer el ridículo.
Y yo creo que la culpa de tamaña vergüenza la tiene
Hollywood, y anterior a esta fábrica de sueños, la tiene la Edad Media y su
enaltecimiento del amor romántico.
Fue entonces cuando de todas las formas que uno tenía de
vivir esta irremediable atracción sexual, se escogió como única, verdadera y
sublime, la del romanticismo. Y ¡qué terrible!
Hoy nos hemos dado cuenta que los pilares espirituales de la
Iglesia, por ejemplo, están basados en pensamientos que se han quedado
obsoletos, y como humanidad estamos moviendo nuestros paradigmas. Hemos hecho
lo mismo con el tema de la domesticación de lo femenino, de la cacería de
brujas ante la homosexualidad, etc. En fin, que ahí vamos — un poco lentos, es
verdad— pero ahí vamos moviendo nuestras estructuras culturales, mentales y
espirituales, para adaptarnos a este mundo de hoy que tan rápido va avanzando
tecnológicamente y tan desesperadamente lento lo hace en otros rubros, aunque
al menos se plantea genéricamente que deben ser movidos, como son los
gobiernos, la política, la economía, la ecología, etc.
Pero hay un par de estructuras que parece que nadie va a
poner en duda jamás. Y sobre estos temas no hay debates. No se invita a los
grandes pensadores, creativos, líderes de opinión, de espiritualidad… a que los
pongan sobre la mesa y los descuarticen para empezar a construirlos desde otras
perspectivas, sino todo lo contrario, parece que son verdades inamovibles que
se dan por sentadas y hasta ahí.
Me refiero ahora en concreto al amor sexual, ése sí de
pareja. Que aunque pareciera revisado, no lo ha sido en absoluto.
Se habla de parejas sexuales, en donde el amor no entra. Se
habla de enamoramientos en donde la sexualidad es parte obligada. Solemos
comportarnos como animalitos a la hora que nos enamoramos, dando todos siempre
la misma respuesta. Así si fluye un enamoramiento, o bien comenzamos a
construir con miras a fueron felices y
comieron perdices, o bien uno juega el papel de víctima y otro de
victimario.
Como nos han metido hasta por los orificios auditivos que la
atracción debe conducir al amor y el amor —de este tipo— se vive con llamadas,
poesías, mensajitos tiernos, flores, regalitos, promesas, juramentos, suspiros
y por supuesto construcción del tipo abeja-panal, cuando aterriza en nosotros
este movimiento irresistible que es la poderosa atracción sexual, o bien la
tratamos de meter en la caja de chocolates del romanticismo, o bien la
deshumanizamos para mantenerla controlada y de ella sólo sacar el sexo puro y
duro —que es tan fantástico como estéril.
Y ya no hay más opción sobre la mesa, en nuestros psiquismos
al menos. Así que si una vive una aventura sexual de lo más divertida,
vigorizante y sana, y se le ocurre nombrar la palabreja esa del amor, la otra
persona otra vez sólo tiene dos opciones: salir despavoridamente corriendo a
Ulán Bator y hacerse Mongol cambiándose el nombre y el apellido, o bien
rendirse como perrito y confesarle a su amada sus emociones más íntimas,
derritiéndose cual paleta helada en el desierto.
Así de pobres son nuestros recursos afectivo-sexuales en
pleno siglo XXI, y aún aspiro a conocer a personas que se hayan atrevido a
seguir jugando ese juego de la sexualidad, que nos han vendido como
peligrosísimo si no se vive en el marco del amor romántico o de la mutua
prostitución.
¿No habrán más opciones? Porque entre escoger jugar el papel
de la chocante Meg Ryan en Sleepless in
Seattle y la cruel dominatrix de látigo y esposas de Cincuenta Sombras de Grey… no sé qué decir. Prefiero tal vez la
aburrida castidad.
Las reducidas opciones, nos dejan muy poco margen para poder
realmente pasarla bien cuando llega eso que llamamos amor —sexual—. O bien nos
contenemos, enfriando nuestro corazón para no caer en los tópicos románticos, o
bien nos rendimos a nuestra domesticación emocional y mental y acabamos
actuando como siempre, derramando miel en nuestros mensajitos, y haciéndonos
promesas imposibles de cumplir como amarnos siempre, ser sólo tuyo, forever and ever.
Así que tal vez está bueno revisar el comportamiento de esa
energía sexual, para ver si nos proporciona algunas claves interesantes en el
tema del amor en pareja, sobre todo si éste no se planea utilizar para
convertirlo más adelante en amor fraternal, familiar, etc. Que ya deja, con el
tiempo, bastante de lado a la sexualidad y se transforma en compromisos para
contener un sistema mayor que la pareja, es decir, la familia.
La energía sexual tiene un comportamiento pulsional, es
decir, en su expansión se comporta como el crecimiento de una estrella de mar.
Este movimiento de la energía es el movimiento básico para la creación de
cualquier tipo de organismo. Y recordemos, que la energía sexual es la energía
creativa por excelencia. Desde un centro, se expande hacia todos lados, regresa
al centro y se vuelve a expandir. Si no estamos demasiado bloqueados, en un
orgasmo sentimos claramente este movimiento de energía, que va del centro a la
periferia, se vuelve a concentrar y comienza de nuevo. A esto lo llamamos
espasmos. Y dentro del recorrido que esta energía tiene por los canales
energéticos del cuerpo físico, se expande desde el segundo Chakra Svadhisthana
hacia pies, manos y cabeza. No vamos a entrar ahora con detalle, pero algo que
me parece de lo más interesante que describen las escuelas de Sexualidad
Sagrada, es que los hombres y las mujeres tenemos polarizados los chakras. Esto
es, que los que funcionan de manera positiva o activa, en el hombre, lo hacen
de forma negativa o receptiva en la mujer y viceversa. Con lo cual podemos ver
que el encuentro de los amantes, genera un circuito completo de energía que
sublima las posibilidades del hombre y de la mujer en solitario (a menos que se
hagan prácticas energéticas tan avanzadas que ya no se requiera pareja sexual).
Todo esto lo comparto, porque desde el punto de vista energético, es imposible
que durante un encuentro —de esos que yo llamo interesantes, es decir, de larga
duración y sin eyaculación— entre amantes, la energía no fluya hasta —por lo
menos— el Chakra del corazón o Anahata. Cuando eso sucede —y por eso me tomo la
molestia de escribir esto, pensando en encuentros que no tienen por objeto caer
una historia romántica más, sino que son verdaderas aventuras para los
participantes en el juego del amor— la flor que permanece dormida y cerrada en
el centro de nuestro pecho, comienza a abrirse y a permitir que la energía se
mueva desde ahí, y cuando hablo de energía, hablo de consciencia.
Reducir una aventura sexual que tiene la posibilidad de
convertirse en un viaje iniciático, al estrecho marco de cualquier película
romántica hollywoodense es un crimen que merecía ser penado con cárcel; y por
otro lado, impedir el flujo de la energía sexual a través del bloqueo del
Chakra del corazón, es una pena por la que debería llorarse una novena al mes.
La sexualidad, como forma de amor que nos transporta a otras
instancias, que nos permite entrar en trance y por ende ir disolviendo la
rigidez del ego, es sin duda una materia pendiente en esta puritana humanidad.
Así que ojo con transformar la magia en romanticismo
pastoso, ojo también con temerla tanto que nos impidamos tener la oportunidad
de vivirla, por miedo —otra vez con el dichoso romanticismo— a que nos rompan
el corazón.
El corazón es un catalizador y transformador increíble que
nos han puesto en medio de nuestra estructura. Tiene, entre otras muchas, la
fascinante propiedad de poder transformar las energías instintivas animales en
divinas. Y es mucho más fuerte de lo que nos han hecho pensar.
Estamos más que domesticados en lo que a nuestra sexualidad
y afectos se refiere. Al menos pongamos en duda, que sólo el romanticismo nos
salvará de nuestra animalidad; pongamos en duda también que la mejor manera de
evitar el sufrimiento es alienándonos. A ver si de una vez por todas nos
atrevemos a vivir aventuras dignas de escribir nuevos guiones que nos den la
pauta para dejar un legado de nuevas historias de amor. He dicho.
Por cierto, ya les anuncio por el caralibro el siguiente seminario de Sexualidad Sagrada, para
aquellos que quieran aventurarse en el tema. Buena semana y bendiciones.
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