Retazos de
intimidad que se tejen como una alfombra, que llenan el espacio vacío de
múltiples orgasmos. La intimidad de tu olor y del misterio que implica el bolso
de una mujer. Que te cueles en mi intimidad es como si abrieras el cajón de mis
calcetines… algo íntimo, muy íntimo. Y recuerdo besos detrás de la oreja y
lunares disimulados bajo el pliegue de una piel. Ahí asoman unas caricias, tu
piel, mi piel y sin embargo un nuevo universo de sensaciones. Lo mismo pero
distinto, que dirían.
Se tejen
secretos y confidencias, escurren lágrimas y rebosan los recuerdos. La
intimidad de compartir los compartimentos de nuestro tren de vida. Ensambles de
historias como tener los mismos padres o compartir a los mismos hijos, el colmo
de la intimidad. Las líneas paralelas en el horizonte que implica avergonzarnos
por lo mismo o simplemente compartir una hoguera. Y si contigo toqué el cielo
aunque fuera sólo un instante nuestra intimidad ya no tiene fronteras. Pero la
cúspide, la cima, es saberse y saber que a pesar de todo, de tanto, de lo que
sea, nunca me perderás. La intimidad de los lazos de seda.
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